CUANDO SE ANUNCIA LA PRIMAVERA
HOY es de los días
en que yo escribiría una larga carta,
y también daría un largo paseo.
Una carta donde dijera
algo que es imposible.
Quiero decir
lo que he sentido esta mañana
al mirar a la calle, nublada, sin frío y con el melocotón en flor.
Porque otros días yo no siento lo mismo,
y, sin embargo,
parece que nada ha cambiado.
Ya sé que en esa carta
nunca podría decir todo lo que he sabido hace poco
con mis cinco sentidos.
Además, yo ya no puedo escribir cartas de amor
ni tampoco escribírselas a un amigo.
No debemos engañarnos,
un buen amigo es siempre un posible enamorado.
Sólo el amor y el odio unen y hacen girar los mundos.
(Aún recuerdo a mi inolvidable profesor de Filosofía.)
“Y Dios hizo a la mujer para que sirviera al hombre de compañera”.
“Y no es bueno que el hombre esté solo”.
Así es que yo ya no tengo amigos. Por eso estoy sola,
y tengo que escribir una larga carta,
y decir lo que nunca diré, porque yo no he aprendido las palabras.
(Pero ahora pienso si le leeré esto a mis amigos.)
Aunque comprendo lo que me ha venido con la mañana
y me ha hecho un habitante de la tierra:
eso que está oculto
y que sólo un gran poeta podría contar
o, a lo mejor, lo sabe un doctor o un licenciado en medicina;
83
o el anónimo oficinista que esta mañana odiará sus oficios,
y, puede, que hasta el jefe de oficina,
que, todo es posible, al mirar los renglones cortos de un oficio,
sospeche que allí está camuflada una poesía.
Una poesía que hoy, Miércoles de Ceniza, tiene un color de rosas
o un aroma de flores de almendro.
No sé cómo voy a decirlo
porque cuando los sentimientos se expresan
lentamente se deshojan y…
qué difícil es luego reunirlos
aunque nos quede su perfume y los busquemos inútilmente
detras de todos los rincones
y encima de todas las blancas cuartillas.
Nadie puede entenderlo.
Por eso, y nada más, yo tengo que escribir una carta.
Pero ya he dicho que no tengo ni un amigo, ni, la verdad,
puedo tenerlo. Ni sirvo ya para eso que se llama una gran pasión
/en las novelas.
(Aunque algunos ingenuos piensen otra cosa.)
Entonces, sólo puedo dar un largo paseo,
y luego por la noche, si Dios quiere,
llorar un silencio de esperanzas,
que no he podido arrancar a esta mañana,
con todo, y la lluvia, y todas esas cosas que me callo.
Pero, ¿adónde puedo dar este paseo?
Tan cansada de horizontes
gastados entre las horas
y terminados hace tanto tiempo.
Yo creo que debo escribir una carta
y, después de romperla,
arrojar sus pétalos por esas tristes ventanas de café cerradas.
Sí, yo creo que debo escribir esta carta.
Elena Martín Vivaldi
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ayuda a mejorar